De la basura a la estantería, ésta es la idea detrás de la primera biblioteca para niños en Ecuador, que se inaugura hoy y en la que el uso de materiales reutilizados muestra una nueva forma de hacer arquitectura, explicaron sus diseñadores.
Vallas, sillones, muñecos hinchables, cajas de plástico o de madera se transforman en muebles y objetos de decoración para este espacio exclusivo para niños, abierto en un parque en Quito.
El arquitecto español Santiago Cirugeda, participante del proyecto, manifestó que se trata de darle «orden a la basura», pues se han empleado materiales usados, que suponen menos gasto de energía que un producto reciclable, dado que no requieren ninguna transformación industrial, sino simplemente darle una función diferente a un elemento.
Este arquitecto, junto al colectivo español Makea, los ecuatorianos Tranvía cero y Al borde, así como veinte voluntarios más manipulan una infinidad de elementos para preparar este espacio para los más pequeños.
Cirugeda dijo que construir una obra para niños es diferente a una para adultos, pues uno tiene que tener en cuenta su tamaño y peso y evitar elementos de metal o cortantes que les puedan hacer daño, por ello la biblioteca está compuesta de materiales elásticos y de madera.
Por su parte, el español Alberto Flores, de la asociación cultural Makea, que fabrica muebles con materiales reutilizados, enfatizó que para construir «para un niño uno tiene que hacer el esfuerzo de ser un niño» y ver «en su escala y dimensión».
Para Flores es importante trabajar «a través del asombro, de la sorpresa», por lo que la biblioteca es una gran «caja de descubrimiento» de color blanco, pero con «golpes de color» que atraen la atención del niño.
Consta de elementos que despiertan sus sentidos y sensaciones, para que aprenda a través de la experimentación, y pretende demostrar a los niños que a partir de un elemento se puede construir una cosa totalmente diferente, expuso Flores.
El espacio que ahora ocupa la biblioteca es en sí reusado, pues es un área reacondicionada de la fundación Mundo Juvenil, que ha costeado el proyecto junto con la embajada española en Quito.
Fernanda Riofrío, de Mundo Juvenil, dijo que durante dos meses han recolectado la basura que es materia prima del proyecto, principalmente de donaciones.
El 80 % de los 5.000 libros del centro son donados por «algún niño que los leyó y ya creció», mientras que el 20 % restante son ejemplares nuevos regalados por editoriales, expuso Riofrío.
Asimismo, argumentó que es una biblioteca «muy juguetona» e interactiva, para que el niño vea al libro como un entretenimiento y una opción en su tiempo libre.
El espacio pretende suplir la falta de libros en las escuelas públicas, por lo que durante la semana esperan que lo visiten grupos de alumnos, mientras que por las tardes los niños podrán ir con sus padres o abuelos, explicó Riofrío.
Flores subrayó que lo reciclable también puede ser bonito, pues la idea es darle otro punto de vista al diseño, en el que lo desechable cobre protagonismo y no se oculte su carácter de residuo, sino que precisamente se enfatice para demostrar las posibles utilidades alternativas de una simple botella o un palé.
En este sentido Flores y Cirugeda coincidieron en que la reutilización de materiales es una forma de combatir el consumismo y la práctica de que cuando algo se rompe se tira y se compra una cosa nueva.