Mientras la bomba que había colocado en el centro de Oslo estallaba matando a 8 personas, el asesino confeso de Oslo se dirigía a la isla de Utoya, ubicada a 80 kilómetros de la capital de Noruega.
Anders Bheiring Breivik, de 32 años, llegó a la zona disfrazado de policía. Aparcó el auto con el que había llegado, y pidió una barca para ser trasladado a la isla. Según le comentó a un guardián del lugar, había sido mandado para controlar la seguridad, dada la confusión que se había creado por el estallido de la bomba en la ciudad.
El ultracatólico de extrema derecha fue transportado a la isla sin levantar la menor sospecha, y una vez que llegó, no tuvo más que desenfundar el armamento que llevaba consigo en una bolsa y disparar a las primeras personas que vio, muy cerca del desembarcadero.
En la isla de Utoya se celebraba un campamento juvenil que, desde comienzos de semana, reunía a unos 600 jóvenes simpatizantes del Partido Laborista, actualmente en el Gobierno. Breivik llegó hasta el centro de la isla, donde se ubicaba el edificio principal, e invitó a los jóvenes, que en su mayoría tenían entre 14 y 19 años, a que se congregaran a su alrededor. «Acerquense, tengo información importante, acerquense, no hay nada que temer».
A continuación, comenzó a disparar indiscriminadamente. Por suerte, no todos habían acudido a su llamado; por desgracia, Breivik contaría desde aquel momento con casi una hora y media para recorrer la isla y asesinar a más gente.
Tuvo tiempo de revisar todos los sitios, de introducirse en el bosque, de subir a las rocas para supervisar la zona, de localizar a los que se escondían, de llegar a la orilla y de disparar de forma indiscriminada a los que desesperadamente trataron de huir a nado.
Muchos fueron asesinados en el agua, otros murieron ahogados. Lo cierto es que Breivik pudo volver sobre sus pasos y llegar de nuevo al lugar en donde había comenzado la matanza. En aquel momento, 90 minutos después de que Breivik llegara a la isla, apareció la Policía. «Ya he terminado», dijo. Y se rindió con toda tranquilidad.