La noche del 30 de septiembre de 2010, un operativo militar permitió la liberación del presidente Rafael Correa, quien se encontraba retenido en el Hospital de la Policía Nacional, en Quito.
Los soldados, apoyados por policías leales, se enfrentaron a uniformados rebeldes. A partir de allí iniciaron procesos judiciales para establecer quiénes mataron a Froilán Jiménez, el policía que custodiaba el vehículo presidencial; y quiénes atentaron contra la vida del Primer Mandatario.
Casi un año después, más allá de acusaciones políticas, nunca se pudo establecer, a ciencia cierta, quiénes fueron los autores de los disparos. Y esto pese a que la técnica y la ciencia permitirían hallar a los responsables. Los policías imputados acusaron de las muertes a los militares.
Ahora bien, aquella noche, según las imágenes de televisión, los militares portaban fusiles HK (Heckler & Koch), modelo 33.
Mientras que los policías sublevados, apostados como francotiradores en los techos del hospital, usaron fusiles M16 A1 y M16 A2.
Estos últimos tipos de armas también poseen las Fuerzas Armadas, pero ese día no fueron utilizados.
Balística
La bala tiene dos partes: vaina (o casquillo) y ojiva. La primera es el cuerpo del proyectil y la segunda es la punta que hace impacto. Los cañones de las pistolas y fusiles tienen lo que se denomina estrías, que son rayas forjadas al interior del metal, que en el momento del disparo, producto del calor, quedan grabadas en los proyectiles, específicamente en las ojivas.
Estas marcas constituyen la identidad de las balas, por lo que cuando personal de criminalística reconoce estas estrías puede detectar de qué arma salió el proyectil.
Imágenes posteriores al 30 de septiembre mostraron el carro presidencial baleado, al igual que las ventanas y paredes del Hospital de la Policía, por lo que, presumiblemente, en el lugar debía haber restos de las balas disparadas.
También estaban como evidencia los cuerpos de las víctimas que, en algunos casos, no habían sido atravesados por las balas. Si los proyectiles se hubiesen hallado -y si se hubiera respetado la cadena de custodia de estas pistas- se habría podido descubrir a los autores de los disparos, ya que la Policía tiene los equipos para hacer estas pruebas.
A la mañana siguiente del tiroteo, el Municipio de Quito realizó una limpieza de los alrededores de la casa de salud y, de esa manera, las pruebas fueron borradas. Por eso no fue posible hacer las pruebas balísticas necesarias.
Otra teoría que lanzó la oposición era revisar qué tipo de balas se utilizó en aquella jornada.
Las balas 556 mm (conocidas en Estados Unidos como 223), modelo M-193 (núcleo de plomo), son fabricadas para el fusil M16 A1, que tienen tanto la Policía como las Fuerzas Armadas.
En cambio, las balas 223, modelo SS 109, penetrante 8 (núcleo de acero) son para el M16 A2, que también tienen los policías y los soldados, entre los modelos mencionados.
Luego de la sublevación del 30-S, políticos de oposición aseguraron que los muertos fueron alcanzados por balas militares. Lo cierto es que no existe munición exclusiva para los militares ni para los policías.
Lo que se hace es una distinción del poder destructivo de cada bala; y el de las que usa la Policía, comparativamente, es menor al de las Fuerzas Armadas.
En aquel entonces, los medios de comunicación “independientes” dijeron que los policías no tenían armamento letal, ya que solo utilizaban balas de goma, lo que posteriormente fue desmentido por los impactos de proyectiles, tanto del vehículo presidencial (el cual estaba blindado) como de las paredes y ventanas del hospital.
En los juicios iniciados a raíz de la sublevación e intentona golpista del 30 de septiembre, se ha acusado a los que le quitaron la máscara al Presidente, a quienes le rociaron gas pimienta y al que pidió su asesinato en la radiopatrulla.
Sin embargo, hasta ahora no se ha identificado a quienes dispararon intencionalmente contra él y los soldados.
Fuentes de este diario revelaron que las investigaciones hallaron los casquillos en los alrededores del Hospital de la Policía. Sin embargo, las pruebas con las que se habría podido identificar a los autores de los disparos desaparecieron. ¿Quién las tiene?