«Deploro la pérdida de vidas y pido a todos en Egipto que busquen una solución fuera de la violencia. Urjo a la autoridades egipcias y a las fuerzas de seguridad que actúen con la máxima moderación», expresó la alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Navi Pillay, en una declaración difundida en Ginebra, donde el organismo tiene su sede.
La alta comisionada indicó que existen informaciones sobre una escalada de la violencia a medida que las fuerzas de seguridad avanzaron para arrasar los asentamientos que habían levantado los islamistas en El Cairo.
Un nuevo balance oficial eleva a 525 la cifra de muertos y en 3.717 los heridos por los enfrentamientos del miércoles, pero los Hermanos Musulmanes han asegurado que los fallecidos llegan a 2.000.
Pillay dijo que esto demuestra «el excesivo, incluso extremo, uso de la violencia contra los manifestantes», por lo que debe haber una investigación independiente sobre la conducta de las fuerzas de seguridad.
También consideró que los ataques a los edificios públicos y lugares de culto también son «extremadamente preocupantes», y que los responsables de éstos actos deben ser llevados igualmente ante la Justicia.
Pillay sostuvo que estos dramáticos sucesos son una señal de que Egipto se está convirtiendo en un país «peligrosamente polarizado».
Las autoridades decretaron ayer el estado de emergencia durante un mes y el toque de queda por la noche tras la violencia que se extendió por todo el país.
Los Hermanos Musulmanes llamaron hoy a sus seguidores a unirse a los funerales esta tarde de algunos de los fallecidos la víspera en la mezquita de Al Imán, en el barrio cairota de Ciudad Naser, donde se hacinan decenas de cadáveres.
En tanto que este jueves se registraron choques entre partidarios y opositores del depuesto presidente egipcio Mohamed Morsi en la ciudad de Alejandría, en el norte del país.