El ministro de Finanzas británico, George Osborne, ha dado un alarmista ultimátum a sus socios en la Unión Europea: «la reforma o el declive». En su opinión, «el mayor riesgo económico en Europa no proviene de quienes exigen reformas y renegociar» el modelo de integración en el continente, sino que reside precisamente «en el fracaso a la hora de reformar». «Es el status quo el que condena a los ciudadanos europeos a la actual crisis económica y al declive permanente», ha advertido.
El titular de Finanzas ha recordado que, mientras el crecimiento en Europa se ha detenido en los últimos seis años, el PIB de la India ha crecido en un tercio y el de China un 70%. «En los próximos 15 años, el peso de Europa en la economía global se reducirá a la mitad». Para evitarlo, Osborne considera que Europa debe abordar su pérdida de competitividad mediante una ambiciosa agenda de reformas económicas y constitucionales en el ámbito comercial, financiero y de los servicios que adecuen la «agotada» arquitectura de la UE al siglo XXI. «No se equivoquen, Europa se está quedando atrás», ha dicho.
Con su discurso esta mañana en Londres ante una conferencia sobre la reforma de Europa, el gobierno que preside David Cameron sitúa la pelota en el tejado de sus socios comunitarios, en su intento de poner en la mesa las reformas económicas y políticas que ha prometido en casa para satisfacer un electorado deseoso mayoritariamente de cortar amarras con la Unión Europea. Presionado por unas encuestas que muestran una mayoría en favor de que Gran Bretaña abandone la Unión y por el ascenso del partido antieuropeo que dirige el eurodiputado Nigel Farage (UKIP), Cameron ha prometido un referéndum sobre Europa antes de que acabe 2017 si los conservadores mantienen el poder tras las generales previstas en mayo de 2015.
Y, en ese camino minado, los actuales dirigentes «tories» necesitan arrancar de sus socios en Europa reformas suficientes para poder defender la permanencia en una UE más abierta y liberalizadas, con un mayor papel de los parlamentos nacionales y con menos regulación comunitaria y menos presupuesto «federal». «No queremos ver un colapso de la UE, como sueñan los más extremistas, pero existe una frustración entre quienes tenemos una idea liberal y comercial de Europa», explica el diputado «tory» George Freeman. Freeman forma parte junto a un centenar de parlamentarios conservadores del grupo Fresh Start (nuevo comienzo), defensores de un euroescepticismo moderado que defiende la permanencia británica dentro de un UE reformada y aligerada, y organizadores de la conferencia junto al think-tank de orientación conservadora y pro-reforma de la UE Open Europe.
Pero los sectores más euroescépticos del partido han protagonizado esta misma semana una nueva rebelión contra Cameron, con la firma por otro centenar de diputados conservadores (un tercio del grupo parlamentario) de una carta que exige que los parlamentos nacionales tengan un derecho de veto sobre las leyes adoptadas en la UE, un propósito que el propio ministro de Exteriores, William Hague, ha calificado como «poco realista».
Entre las medidas que exige la corriente reformista -en principio mayoritaria todavía- entre los conservadores, de la que forman parte el propio Cameron y el ministro Hague, Osborne ha mencionado el acuerdo de libre comercio con Estados Unidos -criticado por muchos en Francia o Alemania tras el escándalo de las escuchas de la NSA-, la culminación del inconcluso mercado único de los servicios, la extensión del open data para facilitar la economia digital y la colaboración en el ámbito científico y la innovación. Ademas, ha criticado decisiones europeas recientes como la tasa sobre las transacciones financieras y los límites a los bonus de los banqueros, dos medidas que Londres ha denunciado ante el Tribunal de Justicia Europeo de Luxemburgo.