El papa Francisco llamó este miércoles a los fieles a evitar a los «ídolos» del dinero, el poder y el placer y en su lugar ayudar a los jóvenes a construir un mundo mejor, durante la homilía en la Basílica del Santuario de Nuestra Señora de Aparecida, patrona de Brasil.
En dicha localidad, el Pontífice fue acogido con cánticos, vivas y aplausos por 200.000 personas que desafiaron la lluvia y el frío que azota estos días esta zona.
Una vez en el templo, Francisco se dirigió a la «Capilla de los Doce Apóstoles», donde está expuesta la imagen de la virgen, ante la que oró durante unos minutos.
Acto seguido ofició su primera misa pública en Brasil, en la que exhortó a los fieles a no perder la esperanza y pidió a los padres y educadores que transmitan a los jóvenes los valores que les hagan artífices de un mundo más justo, solidario y fraterno.
Para lograr ese objetivo, señaló tres actitudes: mantener la esperanza, dejarse sorprender por Dios y vivir con alegría.
«Es cierto que hoy en día, todos un poco, y también nuestros jóvenes, sienten la sugestión de tantos ídolos que se ponen en el lugar de Dios y parecen dar esperanza: el dinero, el éxito, el poder, el placer. Con frecuencia se abre camino en el corazón de muchos una sensación de soledad y vacío y lleva a la búsqueda de compensaciones, de estos ídolos pasajeros», expresó Francisco en su sermón.
Ante ello, pidió dar aliento a la generosidad de los jóvenes y ayudarles a construir un mundo mejor.
Los jóvenes, dijo Francisco hablando en portugués, «son un motor poderoso para la Iglesia y para la sociedad. Ellos no sólo necesitan cosas. Necesitan sobre todo que se les propongan esos valores inmateriales que son el corazón espiritual de un pueblo, la memoria de un pueblo».
Posteriormente salió a un balcón que lleva el nombre de su antecesor, Benedicto XVI, desde donde dio una bendición a los feligreses. También les anunció que volvería a Brasil en 2017, aunque no especificó los motivos de esa visita.
El Papa tenía previsto ir al Seminario do Bom Jesus donde almorzaría con seminaristas, padres y obispos. Más tarde daría la bendición a unas 50 monjas que viven en tres conventos de clausura en el Santuario de Aparecida.