Que el Presidente Rafael Correa no estuvo secuestrado en el Hospital de la Policía el 30 de septiembre del 2010, ha sido la reiterada tesis de la oposición. Pero esa posición se desbarata con el testimonio del coronel de Policía, Freddy Sarzosa, un experto en Inteligencia e Investigación.
El oficial entregó su versión, bajo juramento, en el juicio por los presuntos actos de rebelión en el Regimiento Quito. En la audiencia, que era pública, pocos pensaron la contundencia del relato del policía en servicio activo. La mañana del 30S, él recibió la orden de ir hasta el epicentro del conflicto para recopilar información de lo que estaba sucediendo.
Luego de recibir la disposición, viajó en un vehículo desde el norte de la ciudad, pero en el camino se topó con barricadas, hechas con patrulleros y motocicletas, que impedían el acceso al Regimiento y al hospital policial. Entonces, siguió a pie y se ubicó en el parqueadero de autoridades del Hospital de la Policía, donde sigilosamente empezó a recopilar información relevante para las autoridades de la fuerza pública.
En su testimonio recordó que sus compañeros estaban hostiles, no dejaban entrar ni salir a ninguna persona de la casa de salud, incluso revisaban las ambulancias.
La versión del coronel se ajusta con los vídeos presentados a la ciudadanía, en los que se puede mirar a los sublevados frenando a ambulancias y revisándolas, sin importarles que son vehículos de emergencia y que son respetados, incluso en conflictos bélicos. Fue confirmado, los sublevados no pretendían dejar salir al Presidente Correa.
Pero eso no fue todo lo que presenció el investigador. También fue testigo de la violencia con la que fueron repelidos otros de sus compañeros, que como él buscaban algo de información que sirviera para terminar con el caos. La mañana y tarde del 30S miembros de Inteligencia de la Policía y de las Fuerzas Armadas fueron atacados por los gendarmes ubicados en los alrededores del Regimiento Quito y del Hospital. Y como ellos vestían de civil, cualquier persona que tenía una cámara fotográfica era atacada. En ese grupo de afectados hubo muchos periodistas.
El tercer dato crucial que Sarzosa explicó en la audiencia fue el uso de radio patrulla de la Policía para enviar mensajes de coordinación para los sublevados y consignas para atacar al Primer Mandatario. Palabras más o palabras menos, el coronel dijo que escuchó en la tarde a una mujer que arengaba: «A ver GOM (Grupo de Operaciones Móviles) qué están esperando, ahora tenemos el poder sáquenle, ahora tenemos el poder, en la noche nos dispersamos»
En la audiencia, el policía dijo que presume que esa voz era de una su compañera de muchos años Paola Mafla, una de los 14 policías investigados en el juicio por rebelión. También reconoció al capitán álex López, como uno de los que impedían la entrada al hospital policial.
Los abogados defensores de López y Mafla lanzaron una batería de preguntas contra Sarzosa, para buscar algún quiebre de su testimonio. Incluso, la defensora de la mujer pidió que sea detenido por faltar a su juramento. Esa solicitud no tuvo respaldo en los jueces del Tribunal Tercero de lo Penal por no tener argumento.
En la audiencia se preguntaban ¿por qué si no se permitía el paso de nadie lograron entrar funcionarios del Gobierno a la habitación del Jefe de Estado? La respuesta está en los testimonios que dieron el ministro de Relaciones Exteriores, Ricardo Patiño; el secretario Particular del Presidente y exministro del Interior, Gustavo Jalkh, y la asambleísta de PAIS, Irina Cabezas. Ellos contaron al Tribunal que para entrar al hospital tuvieron que burlar a los sublevados, recibir agresiones, insultos, empujar, pelear, etc.
Antes del testimonio de Sarzosa, estuvieron los generales retirados Freddy Martínez y Euclides Mantilla. Ambos fueron protagonistas del 30S, el primero era el entonces comandante de la Policía, mientras que Mantilla era el tercero en la sucesión del mando.
Aunque no fueron explícitos en sus versiones, ellos ratificaron la teoría de acusación del fiscal Galeano Balcázar. Es decir, los policías, sus subalternos, se rebelaron contra la autoridad. No respetaron la integridad de su Comandante en Jefe, el Presidente de la República, ni de los Ministros y tampoco de ellos como sus superiores.
Martínez también relató que la protesta de los Policías no tenía fundamento. A mediados de septiembre reunieron a cientos de policías del Regimiento Quito para explicarles los detalles de la Ley de Servicio Público y contestar las dudas sobre los beneficios que supuestamente perderían, las condecoraciones, entre otras.
Esa reunión terminó con aplausos, pero dos semanas después un grupo de gendarmes prendió la mecha para intentar golpear a la democracia.