El inusual movimiento en los alrededores de las viviendas alertó a los moradores de San Felipe, La Karina, Las Mercedes y San Bartolo, en Calceta, cabecera cantonal de Bolívar (Manabí). El cantón es uno de los más afectados por la temporada invernal.
Inundadas desde el viernes pasado, por las calles de esos barrios desfilaron botes del Cuerpo de Bomberos, de las Fuerzas Armadas y Policía Nacional, para evacuar a los moradores tras la decisión del Consejo de Operaciones Emergentes (COE) de que se abrieran las compuertas de la represa La Esperanza porque su cota estaba a 50 centímetros de su máxima: 66 metros.
Las familias que aceptaban ser movilizadas fueron trasladadas a cuatro albergues, que los acoge desde la tarde del lunes, que se han convertido en su hogar provisional por aproximadamente 15 días, si es que la proyección del Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología (Inamhi) es correcta y las lluvias cesaran en el sector en ese período.
Entre los grupos familiares estaba el de Mercedes Pinargote, de 64 años, quien dejó su casa ubicada en el sector San Felipe. Ella, junto con su esposo, Gilberto Marín, su nuera, Rosa Chila, y sus tres nietos, formó parte de las 69 personas que llegaron al jardín de infantes Anualdo Quiroz.
Los otros tres refugios son la escuela Vilidulfo Cedeño, el colegio Besta Cevallos y el coliseo de la cabecera cantonal. Las figuras infantiles que recrean a los niños en la época de clases acompañaron a las decenas de pequeños que llegaron a los refugios provisionales, mientras sus padres o hermanos mayores permanecieron en sus viviendas para cuidar los enseres.
“Mi esposo se quedó cuidando nuestras cosas, nunca faltan los aprovechados que quieran llevárselas”, relató Susana Roldán, mientras cuidaba a su tres hijos, entre ellos una bebé de tres meses de nacida.
El COE cantonal, presidido por el alcalde Ramón González, puso a disposición de los evacuados colchones y toldos para que pasaran la noche sin problemas, también proporcionó raciones alimenticias, que se sumaron a las que ayer llevó Rosa Párraga, del Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES).
Cerca de la 01:00, varios niños seguían despiertos en el albergue de la escuela Vilidulfo Cedeño porque temían que el agua también llegara al lugar.
Miguel Camino, de la Secretaría Nacional de Gestión de Riesgos, señaló que los refugiados recibirán las atenciones necesarias para que su estancia sea lo menos incómoda posible.
En la mañana de ayer, el sol permitió ver la magnitud de la inundación. Sacos de arena en los portales de varias casas del Barrio Norte no impidieron que el agua ingresara a las viviendas.
Los moradores improvisaron taburetes con tablas o bloques para levantar sus bienes y evitar que se dañaran. Ese fue el caso de Mayra Cedeño, de 25 años, quien vive con su madre y su abuela, ambas discapacitadas y enfermas de diabetes. Ellas, por el momento, permanecen en la casa de una vecina.
Otros, como Rosa Pico, se niegan a abandonar sus viviendas a pesar de la insistencia de los miembros de la Cruz Roja. Y es que el peligro aumenta en los sectores que bordean los ríos Carrizal y Mosquito, cuyos caudales han aumentado considerablemente.
Botes y maquinaria de la Escuela Superior Politécnica Agropecuaria de Manabí (Espam) recorrían los barrios anegados para movilizar a las personas que se habían quedado en sus viviendas y necesitaban hacer diligencias.
En la represa La Esperanza la situación aparentemente se normaliza. Abel Chávez, técnico encargado del embalse, explicó que con la decisión de abrir tres de las cuatro compuertas se descongestionó el espejo de 450.000 millones de metros cúbicos de agua.
Las copiosas precipitaciones de las últimas semanas, que se ubicaron a 74 milímetros en un día, provocaron que la cota casi llegara a su nivel máximo y que corriera el riesgo de desbordarse, “lo que hubiera sido una desgracia mayor”, apuntó.
Personal de Senagua realizó una visita a la represa para constatar la eficacia de la acción. Pero no solo ellos estuvieron en el dique. Algunas familias también acudieron hasta el sitio para observar cómo salía el fuerte caudal hacia el río Carrizal y se tomaban fotografías con la cascada artificial de fondo.