Rusia ha adoptado una decisión sin precedentes desde el final de la Segunda Guerra Mundial, la anexión de territorios pertenecientes a otro país. En particular la de Crimea, dentro de la que la ciudad de Sebastopol tendrá un estatus especial. En una solemne ceremonia celebrada en el Gran Palacio del Kremlin el presidente ruso, Vladímir Putin, el primer ministro de Crimea, Serguéi Aksiónov, el presidente del Parlamento de la península, Vladímir Konstantínov, y el alcalde de la ciudad de Sebastopol, Alexéi Chálov, firmaron las actas de incorporación de Crimea y Sebastopol a la Federación Rusa.
Antes, intervino Putin ante los diputados del Parlamento ruso y los miembros del Gobierno en un discurso de casi una hora, interrumpido numerosas veces por fuertes ovaciones, en el que explicó las razones por las que su país ha tomado la decisión de incorporar Crimea a su territorio.
El jefe del Kremlin comenzó reiterando que el referéndum para la incorporación a Rusia tuvo lugar «según las normas del Derecho Internacional», fue «democrático» y tuvo un resultado a favor «convincente». A su juicio, tal resultado se explica por razones de carácter «histórico», ya que la península «fue siempre parte inseparable de Rusia».
Refiriéndose a la persecución que en el pasado sufrieron los tártaros, deportados a Asia Central en la época de Stalin bajo la acusación de haber colaborado con las tropas nazis, Putin admitió que «hubo tiempo injustos para algunas nacionalidades». «Respetaremos a todos los pueblos de Crimea (…) habrá allí tres lenguas oficiales, el ruso, el ucraniano y el tártaro», aseguró.
El presidente ruso lamentó que, tras la desintegración de la URSS, «el pueblo ruso se convirtió en el más fraccionado del mundo». En relación con Ucrania, dijo comprender el hartazgo de su población debido a las pésimas condiciones económicas y la corrupción. Señaló que tres millones de ucranianos emigraron a Rusia en busca de mejores condiciones de vida. Sin embargo, Putin cree que la revuelta en el Maidán cayó después en manos de quienes «preparaban un golpe de Estado». Calificó a esas fuerzas de «nacionalistas, fascistas, antisemitas y rusófobas».
A juicio del jefe del Estado ruso, las actuales autoridades de Kiev «no controlan la situación en el país (…) son los radicales quienes campan por sus anchas». Putin reafirmó que los rusos estaban siendo objeto de persecución, en especial en Crimea. «No podíamos abandonarles en la desgracia porque hubiese sido un traición».
El precedente de Kosovo
En relación con el envío de tropas a Crimea, el primer mandatario ruso dijo que «no hemos violado las normas del Derecho Internacional (…) el acuerdo sobre la Flota del Mar Negro nos permite desplegar allí hasta 25.000 efectivos».
Putin recordó el ejemplo de Kósovo y el hecho de que la ONU «no prohíbe» que los pueblos puedan proclamarse independientes. «¿Por qué lo que se permite a los albaneses de Kósovo no lo pueden hacer los rusos, ucranianos y tártaros de Crimea?», se preguntó. El presidente ruso recordó también la reunificación de Alemania y reivindicó en la misma medida el derecho a «la unidad del mundo ruso».
Foto: El mandatario ruso, Vladímir Putin, este martes 18 de marzo en el Kremlin/AFP