María Elena Vaca, enviada especial
Una pequeña radio negra en donde las frecuencias se seleccionan usando perillas manuales cuelga de una de las vigas de la casa de madera de la familia Equi Garabato, en la comunidad Bella Aurora, en la parroquia Borbón (Esmeraldas).
Llegar hasta el lugar toma 10 minutos a bordo de una lancha rápida, que cuesta 0,25 centavos el recorrido por el río Santiago. Un fuerte sol cae en la zona, pero la brisa refresca a los moradores de la zona. Las lanchas transportan a los habitantes de tres comunidades (Santa Rosa, Bella Aurora y Cayapa), así como a vendedores de mariscos y víveres que ofertan productos en los improvisados muelles de tierra.
Un total de 10 pequeñas casas, construidas en “minga”, usando vigas de madera, forma la comunidad Bella Aurora, en donde la vivienda de la familia Equi Garabato se convierte en el lugar céntrico de esa comuna cuando se prende la radio. Las mujeres de la nacionalidad épera se reúnen para fabricar pulseras multicolores de mullos, que les toma hasta un mes elaborarlas, así mismo para cocinar o conversar, como lo hicieron el jueves pasado, mientras sus hijos jugaban en la tierra o hacían sus deberes apoyados en el piso de las casas. Allí, la radio Estéreo Siapiclaará (Voz de la nacionalidad para el pueblo) 90.7 FM, que funciona desde marzo de 2011, se convirtió en un medio de comunicación para esas familias.
La emisora, que es una de las 14 que la Secretaría de Pueblos, entregó a las 13 nacionalidades indígenas del país suena a todo volumen. Son las 15:00 y arranca el programa de vallenato de Silvio Chiripua (Silchi), coordinador de la radio, que opera en el centro de Borbón y las mujeres lo escuchan con atención. “Sinchi, soy la Guadalupe González, quiero mandar un saludo a mi madre, Eliberta, que está en la comuna Santa Rosa”, dice una de las jóvenes de 20 años, quien se anima a llamar a la estación y mediante su teléfono celular envía su saludo en vivo. Cuenta que la radio es el único medio que le permite comunicarse con su madre, que vive a una hora, por vía fluvial, de donde ella está. “Por la radio nos comunicamos todos”, indica.
ángela Equi Garabato hace lo mismo. “Sinchi, quiero mandar un saludo a mis abuelitos, Hilda y Marciano, en Santa Rosa, que Dios les dé vida”, desea la madre, de 20 años.
Chiripua expresa que gracias a la emisora acortan distancias y están más cerca de sus familias. Esa es la fortaleza. En Borbón hay 600 habitantes de la nacionalidad épera. “Antes, para comunicarnos, teníamos que mandar cartas y a veces se perdían en el camino. Ahora, con nuestra propia voz, damos las noticias”. La organización de reuniones de la comunidad, fiestas, decesos, enfermedades, son los principales acontecimientos que se receptan en la radio en forma gratuita, además de actividades recreativas, como la transmisión en vivo de partidos de fútbol comunitario. “Viajamos a las comunas y los narramos”, manifiesta Chiripua.
Una consola radial, cuatro micrófonos, parlantes, un computador, transmisores y lectores de discos compactos son algunos de los instrumentos que tienen estas radios. La estación de Borbón funciona en el tercer piso de la casa del alcalde. La comunidad renta el espacio por 450 dólares mensuales. Para pagar la renta, Chiripua explica que realizan convenios de publicidad con almacenes y restaurantes de la parroquia. Cobran 45 dólares mensuales y cuentan con 12 cuñas publicitarias. Lo recaudado les sirve para la comida y pasajes de las tres personas que trabajan de manera voluntaria.
“Nuestras cuñas son baratas, en radios comerciales cobran 150 dólares”, comenta, mientras pone a sonar el vallenato “Cabello corto”, de Alfredo Gutiérrez, que es uno de los más solicitados en la emisora, cuya programación se transmite en un 90% en castellano y 10% en el idioma siapadee. Ciespal les capacitó en el manejo de los equipos.
En la radio dan prioridad a las noticias locales y nacionales y a la música (vallenato, salsa y cununos). “Estamos enterados de que pasa en Quito y Esmeraldas”, afirma María Serafina Garabato, otra de las moradoras de la comunidad Bella Aurora, mientras termina de cocinar.
Idioma e identidad
En su programa, Chiripua interactúa con la gente, que bombardea su teléfono con mensajes solicitando canciones y saludos para sus familiares que están distantes. Mientras envía a una pausa comercial cuenta que buscarán apoyo de un maestro intercultural para que enseñe a la población el siapadee.
Pero esta idea ya está en marcha en la radio Somba Pamin (Hablando fuerte), en Santo Domingo de los Tsáchilas. Allí cuando Adrián Sauco Aguavil, de 19 años, se sienta frente a la consola de radio, se transforma. Apenas lo hace, la voz le cambia. “Kasama (Buenos días) amigos y amigas, seje jayú (bienvenidos) a su programa romántico, directo al corazón”, dice con aquella solemnidad que tendría cualquier locutor profesional de radio. Sin embargo, solo lleva un par de meses en la conducción. En cada programa fusionan el castellano con el tsáfiqui, idioma de la nacionalidad, que está ahora en emisiones de prueba y aún no se escucha en las siete comunidades. El gobernador tsáchila, Gumercindo Aguavil, indica que la emisora llega hasta 10 km a la redonda y ya tienen seguidores.
En el restaurante “Las delicias de la negrita”, diagonal a la terminal terrestre de la provincia, los cununos y marimbas que transmiten en la radio acompañan a los comensales. El propietario del restaurante, Jorge Aguirre, no pertenece a la nacionalidad tsáchila, pero escucha la radio porque considera que ese medio revaloriza y mantiene viva la identidad de la comunidad.
A su local acuden diariamente entre 70 y 100 personas. “La gente inclusive se ha puesto a bailar con la música”. Javier Jende, de 29 años, conduce un programa de medio ambiente en la emisora, que se oye a través de la frecuencia 102.5 FM. Ingresa al restaurante y se sorprende al mirar la recepción. Saber que de a poco ganan audiencia motiva al joven de la comuna Congoma Grande a seguir.
“¿Quién eres tú?”, le pregunta Aguirre. “Soy Javier Jende, trabajo en Somba Pamin”, responde con voz tímida el muchacho”. Asintiendo con la cabeza, el dueño del local lo motiva aún más: “Sigan adelante muchacho, están haciendo bien las cosas”. Jende no sale de su asombro. “Qué bueno que a la gente de la ciudad les guste, lo mismo será en la comunidad”.
El gobernador Aguavil espera que la repetidora y otra antena, que es lo que les falta para que se escuche en las siete comunidades que hay en la provincia, se instalen máximo hasta julio o agosto de este año. Pero hasta tanto, los jóvenes ya preparan la programación, que, según Sauco, será diversa. “Los tsáchilas queremos educar”, enfatiza. Por eso, al finalizar su programa de medio ambiente, enseña el diccionario tsafiqui a sus radioescuchas.
Al gobernador le motiva conocer los avances y las ideas que tienen los siete jóvenes que ahora manejan la radio junto a cinco adultos, quienes contarán leyendas de la comunidad. La programación aún no está definida, así como el rubro que cobrarán por las pautas publicitarias, que podría ser de 3 dólares.
Hasta el momento han acordado tener programas sobre medicina tradicional, ganadería y agricultura, pues las más de 2.800 personas que habitan en las comunidades se dedican al cultivo de maíz, yuca, cacao y plátano, que comercializan en beneficio de la propia comunidad. Aguavil comenta que tienen planificado programas como “Ano daquebi wiruide. Sonala” (Despierta mujer, a cocinar), que se transmitirá desde las 05:00, el cual asegura que no es machista, sino que responde a la vida en comunidad, en donde la mujer se encarga de los quehaceres domésticos, mientras el hombre trabaja en el campo.
En la comunidad Colorados del Búa, ubicada a 15 km del centro de la ciudad, está Angélica Calazacón, de 25 años. Mientras arregla su casa admite que mira televisión y que aguarda a que la radio de la comunidad empiece a funcionar. “Nos permitirá conocer qué hacen en la ciudad. Afuera hay muchas cosas, queremos conocerlas”. Espera que haya programación educativa y temas de salud preventiva.
Oswaldo Aguavil, maestro de la escuela intercultural Abraham Calazacón, comparte el criterio y piensa en la radio como un instrumento que le permitirá llevar a conocer los proyectos que tienen en el centro educativo. “Queremos escucharla ya”, acota. Sauco escucha lo que la gente de la comunidad espera de la emisora y se da cuenta de lo que eso significa: “La radio tiene poder”. Las únicas restricciones en la programación son la música en inglés y el reggaetón.
Las tradiciones chachi
Wilton Díaz considera a Radio Chachi, que coordina en Esmeraldas, como un medio que les apoyará a visibilizar su cultura y tradición. Son conscientes de que su nacionalidad es muy poco conocida; además, afirma que son discriminados por los propios afroecuatorianos. La estación radial también se encuentra en emisiones de prueba y se escucha solo en la ciudad, en la frecuencia 89.5 FM.
Díaz espera que la Secretaría de Pueblos los apoye para trasladar los equipos de la emisora hasta el centro de la ciudad, ya que la radio está en las zonas periféricas de Esmeraldas y los han asaltado. La Secretaría se comprometió a brindarles ayuda. Tienen programas juveniles, además de noticias, pero Díaz quiere narrar las ceremonias fúnebres y nupciales en el idioma cha’palaa y traducirlo al castellano. A las comunidades también les interesa conocer sobre programas de salud.