María, de 58 años de edad, acude dos veces al mes a la consulta con una psicóloga del Hospital Abel Gilbert (Guayaquil), ubicado en el suburbio de la ciudad.
Vestida con una blusa y falda larga desgastada, ingresa acompañada de su nieto Javier, de 4 años, a la sala de la Casa de acogida para la violencia intrafamiliar, situada en la sección de Emergencia de esta casa de salud.
En el lugar, María cuenta a la psicóloga el desarrollo de su vida durante la semana y recuerda que cuando cumplió los 40 años y comenzó a tener los síntomas de la menopausia su esposo comenzó a violentarla físicamente, porque ella se negaba a tener relaciones sexuales con él, incluso la amenazó de muerte. Ante esa negativa, su cónyuge insistía que “ella tenía que cumplirle como mujer”.
“Cuando yo no quería estar con él en la intimidad, él me sacaba de la cama a patadas y me decía que estaba con otro hombre. Incluso si quería visitar a mi familia él me obligaba a tener sexo antes de irme y cuando regresaba de la casa. Pero cuando no quería dejarme ir me encerraba con candado”, recuerda con lágrimas María.
Ese cuadro de violencia se repetía todos los días, por eso acudió al médico por dolores de espalda. En la casa de salud se realizó varios exámenes y tratamientos, pero su condición empezó a empeorar. Debido a no presentar mejoras en su salud, María confesó al médico los maltratos de su marido.
Entonces, el galeno la envió hasta la Casa de acogida para la violencia intrafamiliar, en donde le aseguró que otros profesionales la ayudarían. Allí ella todavía es paciente.
Los casos
En lo que va del año, la Comisaría Cuarta de la Mujer y la Familia del Guayas registra 4.650 denuncias por maltratos al grupo femenino. Mientras que en la Comisaría Segunda el índice de denuncias es de 4.893 desde enero a julio.
María forma parte de esa estadística, ya que ella denunció a su esposo: dos veces por violencia intrafamiliar en la Comisaría de la Mujer y la Familia; y una, por la misma causa, en el Centro Ecuatoriano para la Promoción y Acción de la Mujer (Cepam).
“Nunca comenté con alguien este maltrato porque creí que no tenía oportunidad de ser feliz”, confiesa María, con un estado emocional y de salud mejorado.
Aurora Macías, psicóloga de la sala de acogida de violencia del hospital, explica que se encarga de las psicoterapias y dentro de ellas se inserta al agresor, en caso de ser el cónyuge, quien recibe tratamiento psiquiátrico. Luego los casos son enviados al departamento legal, y allí las víctimas son orientadas para que denuncien, pero muchas no lo hacen por miedo. «También hacemos seguimiento en su domicilio”, señala Macías.
Para combatir esta dura problemática, el Ministerio de Salud Pública tiene en vigencia desde el 2007 el Plan Nacional de Erradicación de la Violencia.
Hasta el momento, en 8 hospitales del país ya se han implementado las “salas de primera acogida”, cuyo objetivo es atender a las víctimas de delitos sexuales y de violencia intrafamiliar. Las ciudades en las que ya operan son Quito, Esmeraldas, Guayaquil, Chone, Portoviejo, Riobamba, Coca y Ambato.
Mercy López, líder del programa de violencia del MSP, señala que la creación de este espacio es parte del Plan Nacional de Erradicación de la Violencia hacia mujeres, niñez y adolescencia. Por esa razón, las salas de asistencia fueron ubicadas en las casas de salud con mayor afluencia de personas en estado de vulnerabilidad.