El domingo pasado, cuando el Tungurahua entró nuevamente en erupción, las autoridades elevaron el nivel de alerta de amarilla a naranja. Este cambio, para muchos pobladores de las zonas aledañas forma parte de una rutina de salidas y retornos que tienen desde 1999, cuando el volcán despertó.
Son las 5:00 y Clara N. se levanta para que el camión de la Brigada Blindada Galápagos la traslade desde su casa, ubicada en el reasentamiento del cantón Penipe, hasta sus terrenos situados en la comunidad de Choglontus, donde también tiene una casita de construcción mixta y techo de zinc.
«Cuando la alerta es amarilla, yo me quedo en mi casa propia porque allí están mis animales, mis gallinas y no hay cómo dejarlos botando. Solo cuando dicen que hay que salir, voy a Penipe; pero vengo todos los días porque hay la facilidad de transporte», dijo.
Junto a Clara, cientos de personas de Chimborazo y Tungurahua viven experiencias similares. Camiones de la Policía y del Ejército salen de los sitios de reasentamiento ubicados en los cantones Penipe y Guano, en Chimborazo, y en Tungurahua en La Paz (Pelileo) y Río Blanco (Baños) antes del amanecer hacia zonas cercanas al volcán, donde desarrollan sus actividades agropecuarias cotidianas, revisan sus casas y luego retornan a partir de las 18:00.
Lourdes Mayorga, directora de la Secretaría Nacional de Gestión de Riesgos (SNGR) en Tungurahua, afirmó que lo ideal en una situación de alerta naranja es que la población que vive en las cercanías del volcán vaya permanentemente a sitios seguros. Pero que luego de tantos años de actividad eruptiva, la población ha optado por la alternativa de salir voluntariamente por las noches.
Se estima que solo en la población de Cusúa son cerca de 123 las familias que acceden a este desplazamiento nocturno y desde el área de influencia del volcán se movilizan más de 500 familias.
Pero no todos los ciudadanos acceden a dejar sus viviendas, indicó Carlos Pérez, teniente político de la parroquia de Cotaló. «Hay unas 10 o 15 familias en Cusúa que no quieren saber nada del reasentamiento y si salen van donde algún familiar. Pero hay otras que simplemente se quedan.
Hemos hablado con ellos, pero no quieren salir. Pero es un grupo pequeño; con el resto de familias no hemos tenido ningún problema», indicó Pérez.
En Tungurahua, el reasentamiento de Río Blanco (Baños) puede albergar a 108 familias; la etapa uno de La Paz (Pelileo), tiene capacidad para 120 familias y la etapa dos, para otras 70. Mientras que en Chimborazo, el reasentamiento del cantón Guano cuenta con 70 casas y en Penipe 185 viviendas. En total, el Gobierno invirtió en la construcción de estas viviendas más de 7,5 millones de dólares.
Junto con la alerta naranja se activan, además, los sitios destinados como albergues temporales. Ese es el caso del albergue San Vicente, en Baños, y Cotaló y El Estadio, en Pelileo.
Según información recogida por el Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES), en los cantones de la provincia de Tungurahua, hay 27 espacios de acogida entre albergues y refugios temporales. Estos sitios cuentan con un capacidad de alojamiento para más de 4.700 personas.Según la entidad, estos espacios se encuentran en buenas condiciones actualmente.