En una carta dirigida a la redacción de Diario El Telégrafo, el ex editor de Fotografía de El Universo, Carlos H. Bruch, comparte con nuestros lectores su visión del conflicto legal que enfrenta a este último diario con el Presidente de la República, Rafael Correa.
A continuación reproducimos textualmente la misiva escrita por el reportero gráfico de origen alemán:
Hace algunos días fueron condenados penalmente por la justicia ecuatoriana los tres directores propietarios del periódico más grande del país, El Universo, y su ex editor de opinión.
La sentencia del juez fue de tres años de cárcel para cada uno más cuarenta millones de dólares que deben pagar a manera de indemnización al ciudadano Rafael Correa, quien funge como presidente de la República en ese país en transformación.
Hace poco más de dos años en su despacho le dije a Carlos Pérez, el director general de ese diario y con quien ya teníamos una buena amistad surgida ahí en el trabajo, que por lo que yo veía si él no daba los timonazos necesarios en la sala de redacción respecto al tratamiento periodístico a Correa y su gobierno, éste se lo iba a comer vivo.
Le conocí también personalmente al Presidente. No es un mandatario típico, es un tipo inteligente y capaz, vital y decidido. Sin miedos. No se somete a nadie.
Pérez me miró extrañado. Le hablé de que es válido, aunque para mí no recomendable, que un diario entable una lucha cuerpo a cuerpo contra un gobierno. Pero para eso hay que saber, aprender a hacerlo.
Y usar más que la bilis y ese “soy indestructible porque soy un medio poderoso con tantos años de presencia”.
Peligroso y hasta fatal resorteo del oficio le llama un buen amigo y periodista de grandes ligas .
Además le sugerí que revisara a quien tenía de consiglieris.
Yo veía mucho chupamedia susurrándole al oído en un acto que califico de pura masturbación grupal. Nada consistente a la hora de establecer una estrategia “periodística, insistí” para contarle las costillas a un gobierno que lleva dando guerra, en muchas ocasiones necesarias, en un país muy a lo Latinoamérica post desastre capitalista desmesurado.
Le hablé de lo necesario de tener un método y aplicarlo. De usar más la investigación -en su Redacción prácticamente desconocían esa área- que el tanteo de las instituciones -que en su Redacción aplicaban, pero para colmo mal-. Y al parecer, siguen haciéndolo.
El diario estaba, en ese momento, en su punto para llevar periodistas preparados y armar un equipo de acción y reacción inmediata al estilo Seals.
Pero desgraciadamente tienen a un jefe de redacción inseguro y que no ha sabido superar algunos complejos personales que nada aportan a un oficio donde se requiere coraje. Y para colmo es xenófobo, desacredita todo lo que no viene de su pacotilla. Se burla e ignora a quien no hable con su acento y coma su comida típica (¡muy buena por cierto!)
Le comenté también al heredero del mayor diario nacional ecuatoriano que esa lucha nunca, jamás se logra desde la trinchera de las columnas de opinión.
Ellas son un apoyo, un desahogo, catarsis si se quiere. Y aun ahí hay que tener tino. Balancear. Todos los días dando paliza a un régimen que por lo demás poco quiere para tirar zarpazos, solo llevan a un medio a debilitarse por descrédito.
Ejemplos de eso hay de sobra. Por el contrario, casos como el del Washington Post que se apeó a un presidente de su poderoso país al descubrirle y hacer públicas irregularidades, son contados.
Los periodistas y editora jefe responsables de esa titánica acción trabajaron con metodología y cabeza y no con chismes de pasillos como arma.
Después de decirle estas cosas, su mirada seguía con asombro, como cuando a un padre le aconsejan educar bien a su hijo desde que está en la cuna antes de que se encuentre con un adulto en problemas.
Los buenos domadores de leones son los que usan la capacidad de un ser racional frente a uno meramente instintivo.
Que nunca le pierden el respeto, solo el miedo, a una fiera a la que no se vence por el tamaño del látigo y la fuerza del latigazo, sino por la destreza y experticia que se aplica al darlo.
Al poco tiempo renuncié al diario porque me pareció que era un desperdicio profesional estar en un periódico con tanta capacidad de influencia en una sociedad cambiante y necesitada de botar viejos paradigmas, pero que por atavismos y no saber vencer los miedos ante los cambios se estaba quedando inerte. O lo que es peor, dando vueltas en un mismo punto.
¡Había que aprender a dar latigazos frente a correazos!