En un nuevo capítulo de la saga del espionaje que Estados Unidos desplegó en todo el mundo, el ex agente de inteligencia Edward Snowden, hoy refugiado en Moscú, se ofreció a ayudar a Brasil a investigar el grado de vigilancia electrónica del que fue víctima, pero resaltó que no puede hacer nada hasta que no reciba asilo permanente de algún país.
En una «carta abierta al pueblo brasileño», Snowden, ex empleado de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), que este año filtró cientos de documentos secretos reveladores del masivo esquema de espionaje, resaltó su admiración por la firme postura de la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, frente al gobierno de Barack Obama al criticar con dureza esas actividades. Y se declaró dispuesto a colaborar con las autoridades brasileñas para determinar el alcance de la violación de las llamadas, los mensajes de texto y los mails de políticos y empresarios de Brasil por parte de los servicios de inteligencia norteamericanos.
«Apenas tres semanas atrás, Brasil lideró el Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas para reconocer, por primera vez, que la privacidad no para donde la red digital comienza, y que la vigilancia masiva de inocentes es una violación de los derechos humanos», escribió Snowden en su carta, que fue primero publicada por el diario Folha de S. Paulo y luego replicada por las redes sociales.
En la misiva, el ex agente resaltó que legisladores brasileños pidieron su ayuda para investigar los crímenes cometidos contra ciudadanos brasileños, pero aclaró que no puede hacer mucho desde su limitado refugio en Rusia, donde tiene permiso para residir hasta mediados del próximo año.
«Expresé mi disposición a ayudar cuando eso sea apropiado y legal, pero lamentablemente el gobierno de Estados Unidos viene trabajando arduamente para limitar mi capacidad de hacerlo -señaló-. Hasta que un país me conceda asilo político permanente, el gobierno de Estados Unidos va a continuar interfiriendo con mi capacidad de hablar.»
La carta coincide con el lanzamiento en Brasil de una campaña para solicitar al gobierno que le otorgue ese asilo. La movida, a través de la organización no gubernamental Avaaz, está encabezada por el periodista Glenn Greenwald, ex columnista del diario británico The Guardian -a quien Snowden filtró los primeros documentos sobre el espionaje-, y su novio brasileño, David Miranda; ambos viven en Río de Janeiro.
«Si el gobierno brasileño le agradeció sus revelaciones, lo lógico es que le dé protección», señaló Greenwald, que aclaró que Snowden no está condicionando su voluntad de ayudar a Brasil a que Brasilia le conceda el asilo.
«Brasil es uno de los pocos países con fuerza para darle asilo. Es un país fuerte políticamente, donde sus revelaciones tendrían un impacto real», apuntó Miranda.
De acuerdo con los documentos filtrados por Snowden, la NSA espió no sólo las comunicaciones de miles de brasileños comunes, sino también las de la propia presidenta Rousseff y las de la petrolera estatal Petrobras, además de las de otros líderes internacionales, como la canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente mexicano, Enrique Peña Nieto.
«Esos programas nunca fueron motivados por la lucha contra el terrorismo: son motivados por espionaje económico, control social y manipulación diplomática», subrayó Snowden en su carta.
En el texto, el ex agente jamás pidió expresamente asilo político. En realidad, ya lo había hecho a mediados del año de forma general a varios países, y sólo Venezuela, Bolivia y Nicaragua se ofrecieron a recibirlo.
En tanto, en un mensaje en Twitter, el senador Ricardo Ferraço, presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara alta, fue más allá: «Brasil no debería perder la oportunidad de otorgar asilo a Edward Snowden, que fue clave para desentrañar el sistema de espionaje de Estados Unidos». La palabra, ahora, la tiene Rousseff.
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