Los indígenas saparas de la Amazonía ecuatoriana, diezmados por la explotación de su tierra durante siglos, buscan impedir que desaparezca la fonética de su idioma, que ahora hablan a la perfección tan solo seis ancianos.
El año comenzó con ocho ancianos que hablaban con total fluidez su lengua, considerada Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO, pero dos han muerto.
Los restantes «están en buena salud pero son bien mayores», dijo a Efe Bartolo Ushigua, perteneciente a la Confederación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador y ex presidente de la organización Sapara.
En 1680 la comunidad estaba integrada por unos 98.500 miembros, pero a principios del siglo XX la cifra se había reducido a 20.000, según el Ministerio Coordinador de Patrimonio.
Sobre el número actual de saparas hay divergencias, pues mientras que el Ministerio de Patrimonio mantiene que existen unos 400 saparas en Ecuador y 500 en Perú, según los cálculos de Ushigua hay 1.500 solo en Ecuador, la mayor parte de ellos en la provincia de Pastaza.
Según el Ministerio, la reducción dramática de la población respondió a la injerencia de empresas madereras y petroleras, además de la mezcla con otros pueblos y culturas que han producido un mestizaje «y la casi extinción de este pueblo».
Además de los seis ancianos que dominan la lengua, unos cinco jóvenes hablan «muy bien» el idioma, según Ushiga.
En su opinión, la lengua de los saparas no está en peligro de desaparecer debido a que ahora la están aprendiendo en la escuela los niños de entre dos y cinco años, y porque cuentan con un lingüista y tres gramáticas, escritas desde 2004, donde está la estructura del idioma.
Su preocupación radica en la fonética: «En esa parte sí estamos en peligro, porque los jóvenes que lo han aprendido a hablar no lo hacen como los mayores. Hablan mezclado, el sonido es casi como quichua» y también se ha combinado con el español, dijo.
La lengua sapara, que significa «persona de la selva», «no es difícil», según Usigua, quien la entiende, pero no lo habla por falta de práctica, pues desde niño estudió en español y quichua.
El líder de los saparas comentó, además, que subsisten solo dos de los 32 dialectos que tenía el idioma.
Por todo ello, los saparas quieren llevar a cabo un documental «para que no se pierda el sonido de la lengua», para lo cual han pedido fondos (unos 12.000 dólares) al Ministerio Coordinador de Patrimonio natural y Cultural de Ecuador.
Preven que les llevaría cinco meses la elaboración del documental que incluiría, entre otros, cuentos y gramática, comentó Luciano Ushigua, técnico de la Dirección de Educación Sapara, quien señaló que pretenden que en el filme aparezcan sugerencias de palabras por parte de los ancianos para designar cosas modernas.
Por ejemplo, solo conocieron el avión cuando dos misioneras llegaron a las comunidades, y lo llamaron «arapiaunja», o ave grande que vuela.
Aún no saben cómo llamar a los ordenadores o los automóviles, que son desconocidos para los ancianos, que están en varias comunidades desplegadas en la zona fronteriza con Perú, y a donde los realizadores del documental llegarían tras 45 minutos en avioneta.
Tradicionalmente confeccionan su vestimenta con la corteza de un árbol y, según Bartolo Ushigua, orientan las actividades de la comunidad en base a los sueños.
«Todas las cosas que va a pasar al día siguiente las soñamos y, de acuerdo a eso tomamos decisiones», como salir de caza o quedarse en casa porque acecha algún peligro, comentó Ushigua.
Esa cosmogonía se plasma en el lenguaje, que la comunidad quiere rescatar como forma de preservar su propia identidad.