Ayer, cuando se conmemoraba a nivel mundial el Dia para la Prevención del Suicidio, en los interiores de la Iglesia Luterana El Adviento en Quito el grupo de apoyo Sexo Adictos Anónimos realizaba su reunión.
Parecería que una cosa no tuviera relación con la otra; sin embargo, el panorama cambia cuando se conoce que del total de 400 personas que han asistido a esta terapia, al menos un 60% ha buscado activamente contraer alguna enfermedad infecciosa como VIH con el propósito de fallecer a causa del virus y de esta forma lidiar con su enfermedad y con la depresión que ésta conlleva, un fenómeno que se conoce como «parasuicidio».
«Francisco», quien se reconoce como un adicto al sexo en rehabilitación, lleva tres años asistiendo a las reuniones y cuenta que la desesperación de este mal ha llevado a varios de los que conoce a contraer VIH como un modo de atentar contra su vida.
El psicólogo clínico Jorge Tello explica que el suicidio (o su tentativa) siempre conlleva un sentimiento de culpa tanto para el que pretende hacerlo como para sus familiares. Según el especialista, el suicida tiene dos opciones: la agresividad hacia los demás o hacia sí mismo. «Suele importarle poco lo que siente su familia y busca la manera menos dolorosa y traumática para sí mismo. En este caso, morir de sida es una cosa diferente y más pasiva a que se pegue un disparo», puntualiza.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en los últimos 50 años las tasas de suicidio han aumentado en un 60% en todo el mundo, lo que supone un problema de salud pública de primer orden, siendo esta la primera causa de muerte violenta en el mundo. La organización estima que para el 2020, la cifra mundial alcanzará el millón y medio.
Además, se calcula que cada año otros 20 millones de seres humanos intentan quitarse la vida. Esto sin contar con los accidentes mortales inexplicables y los parasuicidios, es decir, las conductas de riesgo al volante, autolesiones, sobredosis de drogas y no prevención en el contagio de enfermedades infecciosas.
Eva Cevallos, responsable en Salud Mental de la Coordinación Zonal 8 del Ministerio de Salud Pública (MSP), dijo que en lo que va del año, según reportes de Medicina Legal en el Guayas, se han dado 65 casos de suicidio. En 2012 hubo 112. «Primero está la ideación, cuando empieza a dar vueltas por la cabeza la idea de desaparecer; luego viene el plan de suicidio y por último, la ejecución del acto», lo que, agrega, no es una decisión sencilla.
Acciones de prevención
Para Jorge Tello, la mejor manera de prevenir el suicidio es darle a las personas una razón para vivir. La familia también juega un papel fundamental, mostrando las expectativas y motivaciones que existen para que ellos continúen con vida.
Por su parte, Cevallos señala que a nivel de atención, el MSP maneja los casos de intentos de suicidio como emergencia psiquiátrica, dentro de la atención primaria o en un hospital de segundo nivel.
Silvia Funes, líder del área de Salud Mental del Hospital Guayaquil, explica que cuando una persona ingresa por intento de suicidio, la prioridad es estabilizar su salud.
Posteriormente, se deriva al paciente a consulta de psiquiatría donde se le realiza la evaluación y exploración psicopatológica, para conocer las causas, patología mental, conductas o circunstancias que desencadenaron su intento de suicidio, para derivarlo al Instituto de Neurociencias o brindarle información ambulatoria.
Funes dice que hacen falta protocolos de prevención porque la conducta suicida es un problema de salud pública de primer nivel.
No obstante, manifiesta, aún cuesta trabajo profundizar en este tema a nivel médico y social porque, pese a los avances y a la época, aún es considerado como un «tabú».
