Hace siete años Tania Cruz -que entonces se llamaba Orlando- decidió abandonar el colegio. Entonces cambió su fisonomía, la vestimenta tradicional masculina y su identidad de hombre, para convertirse en una mujer: “Me estaba transformando y entonces no conocía mis derechos, pensaba que si me trasvestía, me iban a expulsar del colegio”, recuerda. Ahora tiene 24 años y trabaja como promotora en la organización guayaquileña Silueta X.
Con sus jeans, camiseta roja y tacos bajos, Tania sale de la oficina donde trabaja en el centro y se dirige a la Defensoría del Pueblo, en la que presenta una denuncia, porque ahora para retomar los estudios quieren obligarla a borrar su identidad femenina. “Fui el 23 de abril pasado al colegio militar particular Huancavilca para matricularme en las clases nocturnas; yo trabajo, por eso me conviene más el horario de 19:00 hasta las 10:00”, indica.
Vive cerca del colegio, por eso lo escogió. El mes pasado mantuvo una reunión con el rector, llamado ángel Ramos ávila, quien, denuncia ella, condicionó su matrícula, a “que se vista como hombre”.
“Hablé con el rector, al principio, él no se dio cuenta de que soy trans. Por eso, yo se lo dije”. Entonces, el rector le respondió: “¿O sea que usted es hombre?
Tania intentó explicar su condición de género. En sus documentos de identidad, aún consta como “Orlando”.
Está realizando los trámites necesarios para cambiar su nombre, pero como es oriunda de Manabí le ha tomado más tiempo de lo previsto. “Le pedí que me acepte en el colegio, pero me dijo que solo lo haría si me visto de hombre, así que no estoy estudiando”.
Como promotora, sabe que otras compañeras también han dejado el colegio en la adolescencia, porque no les permiten expresar su identidad en las aulas. Algunas, incluso, ejercen la prostitución porque no tienen preparación de ningún tipo. “Fui discriminada, pero voy a luchar por mis derechos”. Ahora los conoce.