Un año sin Hugo Chávez y Venezuela es la misma pero parece otra: una versión en crisis de la «revolución bonita» que soñó su líder, pero no supo construir.
El legado del Comandante supremo pesa sobre las alas del nuevo liderazgo bolivariano, que, además, ha sumado nuevos errores económicos y políticos a su gestión. La obra del Gigante eterno y sus sucesores se sitúa así en el peor momento de la última década.
Las colas para abastecerse de productos de primera necesidad, la crisis económica, la tensión política y social, las elecciones y las protestas, han marcado estos últimos 365 días en el país.
La deriva económica
Venezuela ha sido duramente castigada por la inflación que dispara los precios y encarece la vida (56,2% en 2013, la más alta del planeta), golpeada por el desabastecimiento de alimentos y productos básicos que llena las calles de colas interminables junto a los supermercados (por encima del 28% de escasez en enero, la peor cifra de la historia venezolana), estrujada por la falta de dólares que fuerza los incumplimientos del Gobierno y debilitada por el dólar negro, que en un año ha pasado de cotizar a 22,68 bolívares por billete verde a los 81,19 actuales.
La situación económica es tan difícil que el ex ministro Felipe Pérez Martí ha lanzado un SOS desde las filas revolucionarias: «A Maduro no lo va a tumbar la clase media que hoy está protestando, sino el pueblo chavista cuando se dé cuenta de que lo que ocurre no es responsabilidad del sector privado, sino del propio Gobierno».
Persecución política y debilidad de Maduro
El opositor Leopoldo López se ha convertido en el principal preso político de Maduro, quien ve socavada su fortaleza política, conseguida a duras penas tras comienzos muy titubeantes. El heredero de Chávez conquistó la presidencia en abril por apenas 200.000 votos de diferencia y bajo las denuncias de fraude electoral.
Así comenzaba su propio calvario, que sólo encontró descanso tras las elecciones municipales de diciembre. Impulsado por las superrebajas socialistas a la fuerza de noviembre, el oficialismo se impuso con una diferencia del 10% a nivel nacional (pero perdiendo la mayor parte de las grandes ciudades), repitiendo los trucos del propio Chávez: una campaña absolutamente desigual y todos los fondos públicos para apoyar a sus candidatos. La luna de miel sólo duró dos meses, acompañada de la militarización de las instancias más importantes del Estado.
Violencia, la plaga que no cesa
Cuando Hugo Chávez llegó al poder en 1999, le precedía una cifra alta de homicidios en el país: 4.500. Al morir en 2013, su balance era mucho peor: más de 21.000 asesinatos en 2012. Una estadística que parecía insuperable, pero que Maduro y su equipo se han encargado de empeorar: casi 25.000 homicidios el año pasado, según el independiente Observatorio Venezolano de la Violencia (OVV).
El asesinato en enero de la ex miss Venezuela y popular actriz Mónica Spear constató que Venezuela vive un repunte de la violencia que ya le convierte en el segundo país más peligroso del planeta.
La asfixia de los medios
En un solo año, Maduro ha avanzado en la hegemonía comunicacional tan añorada por su padre político y espiritual, imponiendo además un aplastante apagón informativo durante las protestas. Una estrategia basada en la compra de canales y cadenas a través de empresarios amigos, manteniendo las televisiones públicas como órganos de propaganda oficial al mejor estilo cubano, y asfixiando a los periódicos independientes, imposibilitándoles la compra de papel y hostigando a los periodistas, que ya han sufrido 78 agresiones, detenciones o robos durante las protestas.
Foto: El artista Nicolay Shamanika restaura un mural del fallecido Hugo Chávez. // AP RODRIGO ABD