Por: Daniel Orejuela
Veintitrés de marzo, y el frío que trajo el viento del este se enquista en los huesos. Llegué hace casi veinte años aquí a Alemania y en todo este tiempo no recuerdo haber vivido estas temperaturas durante estas fechas. Tampoco recuerdo haber vivido un acto de protesta como el de hoy. Se siente el cambio y eso da mucha esperanza.
El encargado de relaciones públicas y prensa de la policía de Colonia nos dijo al teléfono muy temprano (hoy por la mañana) que se habían solicitado los permisos para dos demostraciones de protesta ciudadana en la ciudad: Una de un grupo de extrema derecha que marchaban demostrando su repudio cerca de un hogar que refugia a los extranjeros que llegan buscando asilo político; y otra que convocaba a los ciudadanos a protestar en contra de las tasas que tiene que pagar cada familia para que puedan existir la radio y televisión públicas.
Ahora ¿Por qué les cuento esto tan lejano a nuestra realidad, y algunos dirán incumbencia, en el Ecuador y Latinoamérica? Por eso mismo, por lo lejano; Me he dado cuenta por las preguntas y comentarios de muchas personas cuando estoy en latinoamérica que poco o nada se conoce sobre el tema del racismo en la Alemania actual. Así mismo me imagino que puede llegar a ser muy difícil de entender el hecho de que aquí el estado le cobre a los ciudadanos mensualmente una tasa por la señal abierta de televisión con lo cual se financian los canales públicos.
Aunque son de verdad muy reducidos los grupos de extrema derecha y los llamados neonazis en este país, desde que me acuerdo han habido por lo menos una vez por año, en alguna parte del país, demostraciones en las cuales estos salen a la calle a demostrar su odio ciego a todo lo «extraño» lo de «afuera» lo de «color». Aunque sean una minoría, tienen derecho a protestar. Así dicen que es en una democracia.
Por supuesto su convocatoria es siempre muy pobre, sin embargo logran lo que buscan, es decir presencia en los medios de comunicación y cierta atención en la ciudadanía. No porque sean muchos o hagan mucha bulla, sino porque al encuentro de este grupo minúsculo, de 30 o 40 personas a lo mucho, salen unos cuantos miles de alemanes que están en contra de la demostración.
Recuerdo que cuando llegué me llamó mucho la atención ver cómo la policía tenía que proteger a los neonazis que recibían los insultos y hasta huevos podridos que les tiraba la ciudadanía. Claro, salían a provocar y no siempre terminaba todo en una protesta pacífica. Tampoco se escalaba la violencia porque al ser tan pocos ante tantísimos sabían que tenían las de perder.
Con los años me fijé como se iba desarrollando y sofisticando este juego de protestar. Los de extrema derecha, o los que de alguna manera se aprovechan del bochinche, realizaban sus demostraciones cerca de lugares donde se concentraban extranjeros y días antes los agredían o hacían algo que llame a la violencia.
El día de la protesta, anunciada y registrada legalmente con la policía, llegaban los que antes eran sólo ciudadanos, ahora acompañados de algunos partidos políticos con banderas, megáfonos y un puñado de garroteros que tienen como hobby la confrontación y el vandalismo. Claro la televisión, quien por ley está obligada a cubrir estos sucesos (sí, allá voy) transmitía estas imágenes de odio y violencia a la ciudadanía. Violencia genera violencia, creo que eso está claro.
Sin embargo hoy, ningún grupo de izquierda o alguna iniciativa ciudadana había anunciado la esperada contramarcha antinazi. Las redacciones de los canales públicos habían tomado la decisión de ignorar completamente la demostración neonazi. La órden era: reportar sólo en caso de que sea un hecho de interés para la sociedad. Pero mientras sean cuatro pelagatos demostrando su ignorancia y odio, no había porque hacerles caso.
Pero los ciudadanos de Colonia tampoco se iban a quedar cruzados de brazos viendo como un grupo de jóvenes ineptos y mal educados intentaban inyectar su odio y difundir el racismo en el resto de la población. Toda persona en Alemania que conoce un poquito de historia sabe lo que este odio infundado hacia otras personas por su cultura o etnia puede significar.
Sabían también que los extremistas podían atacar a las personas que estaban en el refugio de asilados o cometer cualquier estupidez para llamar la atención de los medios.
Así que se organizaron y esta vez de una forma muy creativa y pacífica demostraron su solidaridad con los extranjeros en busca de asilo, quienes no vinieron a este país voluntariamente, sino deportados por la guerra u otras catástrofes humanas causadas por otros seres humanos y su voraz ambición.
Hicieron un desayuno típico alemán en el patio del refugio al cual estaba invitada toda la ciudadanía y por supuesto los residentes del mismo refugio.
Fue una mañana bonita, llena de risas, amor, música, solidaridad. Se puede decir que aquí empezaba la tan discutida y pisoteada integración. Muchos de los que asistieron se dieron cuenta de que la única manera de vencer los miedos y los prejuicios es conociéndose, acercándose.
Otro detalle muy interesante es que esto se organizó con el dinero que habían recogido en una colecta que hicieron por el barrio. En menos de una semana recogieron suficiente dinero para organizar no sólo el desayuno (que estaba bueno, no faltó nada) sino también un paseo de campo para los menores de edad (que son más de la mitad de los asilados en este refugio) quienes salieron anoche y se hospedaban hoy en un hostal para evitar que sean víctimas de algún acto de violencia o tengan que presenciar el desprecio de unos cuantos malquerientes.
El que quería podía entrar al patio del refugio y servirse una taza de café, comerse un sánduche o un huevito de pascua. Cualquiera, la única condición era no portar ninguna bandera o algún distintivo de un partido político. Sin embargo no había ningún otro equipo de televisión o prensa cubriendo el evento.
Qué bonito es haber estado ahí y recibir toda esa energía de solidaridad, cariño y esperanza. Tiene sus ventajas trabajar para la televisión pública. Si trabajase para la tele privada seguramente estaría ahora aguantando frío afuera, cubriendo la otra demostración, contándole al mundo que los alemanes están cansados de pagar y pagar por servicios que no sirven para nada. Claro, de qué puede servir la televisión pública si la privada puede contárnoslo todo. Ellos además no nos cobran directamente a los ciudadanos, les cobran a otras empresas privadas por publicidad y nos bombardean con las ofertas de sus productos ¿Será que nos cuentan lo que nos debería interesar o sólo lo que a ellos les interesa?