Por: Yoyita Añazco
Todo parece un alargado final de película apocalíptica: la sensación de calor se vuelve insoportable en la ciudad, el asfalto parece que se derrite bajo las suelas de los zapatos y la gente está hacinada bajo la sobria sombra de un edificio, ya que los árboles están ausentes. Esto es Guayaquil.
Viajando en bus desde el norte, un vendedor de helados se sube y vende los que tiene aunque, antes de ser saboreados por sus compradores, gran parte del helado se ha derramado sobre su mano. Un niño lo lame apresuradamente pues se le está derritiendo y esto pone irritable a su madre. En esta época el calor debe ser uno de los factores principales que afectan el estado anímico de los guayaquileños: el busetero pita, grita, acelera y frena bruscamente; los pasajeros están malhumorados y muchos deciden bajarse antes de su parada.
Caminando por el centro de la ciudad nos encontramos con quienes el calor es parte de los elementos para que su trabajo sea fructífero: los vendedores de jugo de naranja, coco, los que venden agua, los que venden cola en vaso. Todos ellos aprovechan esta temporada, luego pasarán a vender sombrillas. Los ecuatorianos nos acoplamos fácilmente a las circunstancias.
En un texto publicado hace unos días en el diario El Telégrafo se menciona: «El clima es calificado como normal dentro del historial del cantón, pero es superior a lo que puede considerarse como un ambiente agradable (23 grados)». Sin embargo no es lo que piensan muchos de los usuarios de redes sociales, pues entre bromas hacen circular una imagen que explicaría la ola de calor que hay en Guayaquil.
Cabe considerar que las temperaturas de Guayaquil no llegan a las que se viven en otros países como Argentina. En este país, el 30 de diciembre del pasado año se sumaron seis muertos por la ola de calor pues las temperaturas llegaron a más de 42°.
En Guayaquil según el Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología (Inamhi), se ha registrado una temperatura máxima de 35°. En el centro de la ciudad quienes salen a realizar trámites personales aprovechan los locales comerciales, ubicados en la Avenida 9 de Octubre, para detenerse y recibir el aire frío que sale de ellos. Noemí Vergara sonriente dice «al menos estoy caminando y no manejando algún auto. El tráfico y el calor no son cosas que se deban mezclar». Cruzando la calle se observa los rostros de quienes van dentro de sus autos: el aire acondicionado no abastece, pero para quienes van en Metrovía es aún peor.
Cabe mencionar el caso ocurrido días pasados. El alcalde Jaime Nebot negó la posibilidad de que en el servicio de Metrovía haya aire acondicionado, pues afirmó que: «La implementación de este en los buses de la Metrovía debe ser optativa, porque -como ocurriría en una oficina con acondicionador-, si un usuario sale del frío al calor varias veces, padecería afecciones gripales. Y luego vuelven a entrar al bus y contagia (a los demás pasajeros)» según una entrevista recogida por diario El Telégrafo.
Tras estas declaraciones se han levantado duras críticas como el vídeo presentado por el canal de YouTube: GyeParchado, «¿Saben por qué no hay aire acondicionado en la Metrovía?». La doctora Patricia Mora menciona que «el cambio de ambiente brusco no causa en todos la misma reacción. Si bien es cierto que algunos presentan alergias o síntomas de gripe, la causa está en que tienen rinitis vasomotora lo cual muy pocas personas lo tienen. En conclusión los cambios de ambiente no les afecta a todos por igual».
En cambio, Barbara Muñiz, enfermera profesional nos dice que: «Los cambios de un lugar con aire al calor producen un choque térmico lo cual puede originar en las personas rinitis (alergia que produce mucosidad como agua en la nariz) y no gripe. Rinitis no es gripe.»
Sin duda el calor en Guayaquil es uno de los factores que incomodan a los ciudadanos, entre las recomendaciones frecuentes están hidratarse, usar ropa adecuada, mantener el higiene y refrescarse.
La sensación de calor se vuelve insoportable, el asfalto parece que se derrite bajo las suelas de los zapatos, la gente está hacinada bajo la sombra de un edificio ya que los árboles están ausentes. Pero de repente el cielo se nubla y las gotas empiezan a caer. Todos salen entusiasmados a recibir la lluvia, mas cuando esta se convierte en aguacero se meten a sus casas y, absortos, observan cómo nuevamente les es imposible pisar la calle: ahora por el agua y por los grillos. Bienvenidos a Guayaquil.