No es sencillo aliarse a una tendencia que está sujeta a una ideología poco compartida, y si bien es compartida, tiende a tergiversarse. Con esto es aún menos sencillo reconocer que ciertas tendencias que dicen ser de izquierda, pasan casi a ser lo que dijo Marx hace ya mucho tiempo con «el socialismo burgués«.
No hago alusión alguna a ningún tipo de gobierno en específico, aclaro (es de suma importancia aclararlo, sino puedo correr con la suerte de 10 jóvenes). Lo que yo entendería a nivel global en las estructuras de gobiernos latinoamericanos, es que no logran definirse a lo que Marx decía sobre el Socialismo Burgués (lo que es casi un alivio), pero en algo se asemejan, por ello los identifico como «capitalismos de estado». Esto por supuesto en relación al manejo en que se llevan las políticas económicas (y no por ello tiene que ser algo negativo).
Ahora bien, concebir a un gobierno como de «izquierda» es la utopía más grande de todas. Ya no existen los gobiernos de izquierda, se han vuelto fragmentos disociados de lo que en algún momento llegó a considerarse como eso (izquierda), en ese sentido no quedan más que parcelas disfrazadas de una tendencia tristemente abolida.
Lo que sí existe es la gente de izquierda, el pensamiento «izquierdozo», la concepción valorada de una sociedad con una tendencia de izquierda; pero la izquierda como gobierno, es decir una izquierda institucionalizada, ya no existió más.
Si nos direccionamos hacia 1970 específicamente el 4 de noviembre en Chile, ubicaremos que Salvador Allende Gossens fue elegido como Presidente de la República en ese país. Su gobierno se caracterizó principalmente por perseguir una tendencia de estado socialista en donde priorizó proyectos como la nacionalización del cobre, la estatización de las áreas de la economía y la aceleración de la reforma agraria. Bastante parecida a la forma de gobierno que tenemos ahora en relación a la democratización de los sectores productivos.
Si mencionamos a Allende es imprescindible hacer alusión al cantautor chileno Víctor Jara, quien asumió el cargo de Embajador Cultural al momento en que Allende se posesiona como Presidente.
En esta década, en Chile, los grupos musicales se dedicaban principalmente al canto social y a las prácticas activistas para las libertades de los pueblos. Entre los grupos sobresalientes se encontraban Quilapayún, Inti-Illimani, Illapu y el recién mencionado como cantautor, Víctor Jara, quien también fue el director artístico del grupo Quilapayún, citado anteriormente.
Jara es quien representaría una tendencia de izquierda a viva voz (literalmente) pues su canto iba dirigido a esos temas, e incluso como director de teatro, también desarrolló obras direccionadas a esa tendencia. El leitmotiv de Jara era buscar a través del canto y el arte en general, la lucha del pueblo latinoamericano en defensa de sus derechos y libertades bajo un slogan socialista inseparable.
Quilapayún, Illapu, Inti-Illimani, La peña de los Parra, entre otros, fueron también promotores de la misma idea, bajo el mismo slogan y con las mismas características. En esta parte, no sólo el texto era el discurso, sino también los ritmos escogidos para las composiciones, pues vemos que lo que utilizan principalmente son ritmos folclóricos y la universalización del canto latinoamericano, usando por supuesto el género «Fusión Latinoamericana» que engloba elementos folclóricos de toda la región. En este sentido es evidente notar que con este género pretendían unir a toda una voz proveniente de Latinoamérica.
Dejando de lado lo mucho o poco que se ha venido diciendo sobre estos grupos musicales/activistas, es preciso volver a la década del 70 (a nivel de gobierno). Allende no tardaría más de tres años en el cargo a Presidente, esto ocasionado por golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, encabezado por el general Augusto Pinochet con quien se inició la dictadura militar en Chile, la misma que duraría 17 años.
En ese año terminaría en cadena la existencia de todos los personajes a quienes se ha hecho referencia.
A partir de allí hubo innumerables exilios, sin contar por supuesto con las desgarradoras fechorías de lo que fue su «gobierno» (que aunque esté en contra, encaja en esa denominación), pero hablar de la Operación Cóndor, el caso Riggs y los actos genocidas es torear a los diez perros sueltos que tengo en los dedos y no es sano permitírmelo… ni permitírselos…
Como decía, hubo una serie de exilios, entre ellos el del grupo Quilapayún que se encontraba de gira por Europa en el momento en que ocurrió el golpe. No pudieron volver a su país sino hasta después de casi 10 años, lo mismo sucedió con Illapu, y por supuesto con Inti-Illimani.
A Víctor Jara la suerte no le jugó con el retorno a su país. No pudo volver ni a los 10, ni a los 20 años después de la dictadura. El necesitaba un retorno más imposible e irreversible.
Jara fue asesinado el 16 de septiembre del 73, es decir a los 40 años de edad. Es detenido junto a profesores y alumnos, pues también se desempeñaba como profesor.
Trasladan a Jara al Estadio Chile donde permanece detenido durante 4 días. Testimonios aseguran que lo torturan durante horas. Iban de quemarlo con cigarrillos hasta hacerle simulacros de fusilamiento. También le golpean las manos hasta rompérselas y finalmente lo acribillan el día 16 de septiembre junto al director de la Empresa de Ferrocarriles del Estado.
Su cuerpo fue encontrado el día 19 del mismo mes con 44 impactos de bala…
El estadio en donde fue torturado, actualmente lleva el nombre «Víctor Jara», lugar en el que hay una placa en su honor con su último poema.
Por mi parte, yo sigo recordándolo en su «derecho de vivir en paz» (título de una de sus canciones).
Ahora bien, está reseña cuasi-teórica no ha sido en vano, pues es necesarísima para amalgamarla con lo que viene a continuación.
«Los 10 de Luluncoto»
El 3 de marzo del 2012, en Luluncoto (Quito), fueron detenidos 10 jóvenes acusados de ser parte del Grupo de Combatientes Populares (GCP). Como parte de este suceso, también se los inculpó de participar en la detonación de bombas panfletarias en Quito, Guayaquil y Cuenca.
Entre las evidencias halladas inicialmente por grupos especiales, se encontró cuadernos universitarios, agendas, CDs con música protesta (Victor Jara, Illapu, Quilapayún, etc.), billetes de baja denominación y celulares. Con estos elementos se dio apertura a que se inicie el proceso de investigación por terrorismo.
En el proceso judicial se han evidenciado una serie de prórrogas y reacciones en los procesados. Entre las más destacadas a forma de resumen se encuentran el que se hayan suscitado dos audiencias preparatorias a juicio fallidas por falta de fiscal; recursos de nulidad; revisión y cambio de medidas cautelares desechados; una huelga de hambre; y una audiencia de juzgamiento postergada por la inasistencia de Vladimir Jhayya, uno de los tres jueces del Tribunal 3º de Garantías Penales.
E día miércoles 27 de febrero se dictó sentencia para los detenidos de los «10 de Luluncoto». El Tribunal Tercero de Garantías Penales de Pichincha declaró culpables del delito de tentativa de «terrorismo organizado» condenándolos a un año de prisión.
En principio, se los inculpaba de violar el artículo 160, el cual establece que:
«El que con el fin de cometer delitos contra la seguridad común de las personas o de los bienes, fabricare, suministrare, adquiriere, sustrajere, arrojare, usare, o introdujere al país armas, municiones o bombas explosivas, materias explosivas, asfixiantes o tóxicas, o sustancias o materiales destinados a su preparación, será reprimido con reclusión menor de tres a seis años».
Con este artículo demostraron que no había violación alguna, pues nunca se halló ninguno de los elementos que condena el artículo.
Ahora bien, al no lograr la detención usan OTRO artículo por el que finalmente fueron juzgados (Art. 160, inciso 1) que consiste en vincular con terrorismo Organizado a quienes individualmente o formando asociaciones, comando, grupos terroristas armados o no, pretextando fines patrióticos, sociales, económicos, políticos, revolucionarios o reivindicatorios cometieren delitos contra la seguridad común de las personas o de sus bienes: asaltando, violentando o destruyendo edificios, instalaciones de la fuerza pública, etc.
Ramiro García, abogado defensor de «Los 10 de Luluncoto» asegura que, «como no pudieron comprobar absolutamente nada, lo que hicieron fue meterles a los procesados con vaselina y calzador dentro de cualquier tipo penal para evitar que el estado tenga que enfrentar demandas de repetición por la forma arbitraria en que actuó con los 10 de Luluncoto. También lo hace para enviar un mensaje de miedo en la sociedad. Es una lástima ver que en el ajedrez político del gobierno, los jueces han terminado siendo simplemente los peones».
La música protesta de los grupos mencionados al inicio de este artículo, serían parte de la «evidencia» que iniciare como punto de partida el proceso de juzgamiento a los 10 jóvenes detenidos en Luluncoto- Quito. Aunque luego se la calificó de inconsecuente, es importante destacar que la tomaron inicialmente como «evidencia».
¿Y ahora qué? ¿Van a cambiar el nombre de Luluncoto, por el de los jóvenes injustamente apresados, como hicieron con Víctor Jara y el estadio en donde fue torturado en Chile?
«¿Cuántos somos en toda la Patria? La sangre del compañero Presidente golpea más fuerte que bombas y metrallas. Así golpeará nuestro puño nuevamente ¡Canto que mal me sales cuando tengo que cantar espanto! Espanto como el que vivo, como el que muero, espanto». (Victor Jara)
Enlaces relacionados:
En el link a continuación podrán notar que ni el medio considerado por muchos como «oficialista» aprueba la gestión sobre los 10 jóvenes enjuiciados:
«La sentencia a los 10 de Luluncoto cierra un 'debate político' «