En menos de dos años, el observatorio ALMA, construido en medio del desierto de Atacama, en el norte de Chile, ha obtenido imágenes espectaculares que permiten observar más de cerca la formación de planetas y estrellas en galaxias jóvenes y lejanas del universo temprano.
«ALMA ha cumplido las expectativas, en tanto que los primeros resultados han sido obtenidos con un número de antenas muy pequeño, hasta veinte», señala su director, el francés Pierre Cox, en una entrevista a Efe.
El Atacama Large Millimeter/Submillimeter Array (ALMA) inició sus primeras operaciones en octubre de 2011, pero fue en marzo de 2013 cuando se inauguró oficialmente con 57 de sus 66 radiotelescopios ya en funcionamiento.
«Los primeros resultados son realmente espectaculares. Muestran el potencial que ofrecerá el interferómetro (instrumento que produce y mide interferencias) cuando esté totalmente operativo», augura Cox, que fija para septiembre el plazo para que todas las antenas estén instaladas en el Llano de Chajnantor, a 5.000 metros de altura.
Su localización es precisamente el mayor desafío que ha afrontado hasta ahora ALMA. «Las condiciones meteorológicas son muy difíciles. No hay un invierno, hay dos: el invierno austral y el altiplánico», cuenta su director.
«Hoy en día todavía estamos aprendiendo a operar este instrumento de la manera más eficaz posible», explica Cox, después de que en la última semana tuvieran que descender dos antenas hasta los 2.900 metros de altura para hacer ajustes en su funcionamiento.
Desde los 5.000 metros, «a medio camino del espacio», donde solo habitan el viento y el frío, ALMA (un consorcio integrado por europeos, japoneses, taiwaneses, canadienses y estadounidenses) ha realizado ya aportaciones clave para la astronomía.
De la treintena de investigaciones publicadas, Cox destaca la obtención de una imagen de la región que rodea a una joven estrella en las que las partículas pueden crecer por acumulación y llegar a formar cometas, planetas y otros cuerpos rocosos.
ALMA permitió por primera vez observar y modelar una «trampa de polvo» como ésta, que da sustento a la teoría de que estas regiones impiden que las partículas de polvo sean atraídas por sus estrellas y les permiten seguir juntas y crecer para formar objetos más grandes.
Nienke van der Marel, de la Universidad de Leiden (Holanda), autora principal de la investigación, hizo estos descubrimientos cuando ALMA aún estaba en construcción. Esa trampa fue hallada alrededor de la estrella de un sistema situado a 400 años luz de la Tierra.
«En un futuro cercano ALMA podrá observar trampas de polvo más cercanas a su estrella anfitriona en las que funcionen los mismos mecanismos. Este tipo de trampas sería realmente la cuna de planetas recién nacidos», explica esta investigadora.
Otra relevante investigación permitió localizar las cien galaxias con mayor formación estelar del universo temprano y observarlas en tan solo unas horas, cuando a los otros telescopios les había tomado más de una década.
El estallido de nacimientos estelares más fértil del universo temprano tuvo lugar en estas galaxias distantes que contenían gran cantidad de polvo cósmico, pero esta materia las oscurece y hace difícil identificarlas con telescopios de luz visible.
Ahí es donde ALMA marca la diferencia: sus antenas captan las ondas milimétricas y submilimétricas, aproximadamente mil veces más largas que la luz visible, y además funcionan todas juntas como un interferómetro gigante en el que las señales se combinan entre sí.
«ALMA es tan potente que ha revolucionado la forma en que observamos estas galaxias, incluso antes de que haya terminado de construirse», explicó Jacqueline Hodge, del Instituto Max Planck de Astronomía de Alemania.
«Antes pensábamos que las más brillantes de estas galaxias formaban estrellas con una intensidad miles de veces mayor que la de nuestra propia galaxia, la Vía Láctea, corriendo el riesgo de autodestruirse», afirma Alexander Karim, miembro del equipo de Hodge.
Según explica este investigador de la Universidad de Durham (Reino Unido), las imágenes de ALMA revelan múltiples galaxias, más pequeñas, donde se forman estrellas «a ritmos más razonables».
Con estos resultados, ALMA alimenta las esperanzas de los científicos. Según cuenta Pierre Cox, la comunidad científica propone los proyectos y un comité decide cuáles se aceptan, pero las peticiones se cuentan por centenares y la competencia es «feroz»: solo se admite una de cada diez propuestas.
«Es tan versátil y puede hacer tantas cosas, que poco importa el asunto tratado», asegura.
Y las expectativas crecen a falta de que el proyecto tenga sus 66 antenas operativas, hito que se prevé para septiembre, y que éstas sean capaces de separarse hasta abarcar un diámetro de unos 16 kilómetros, lo que se espera lograr en un plazo de tres o cuatro años.